sábado, 13 de noviembre de 2010

"La niebla lloviznando sube..."

Hoy siento que me llueven encima ideas raras.
El tiempo es socarrón y melancólico aquí arriba entre las montañas y yo.
La niebla se posa como un gato gris, se tumba encima de las casas, ronronea en perfecta armonía consigo misma, late rítmicamente los minutos que se van, lentos, borrosos, pero sin ruido casi quisiese respetar la armonía del silencio.
Aún duerme el mundo en este sábado húmedo.
Nostalgia y deseos vagabundean solitarios, se empapan de niebla y, en la confusión de los pensamientos, se dejan caer en el sofá, esperando.
No me gusta esta sensación de desconsuelo que me enreda mirando desde la ventana: todo se ve gris, sin  perfiles delineados, casi reflejado en las gotas que se caen encima de cualquier cosa.
Será que no me gusta la niebla, siento en la boca un sabor a hierro de agua casi metálica, partículas de acero plateado que no me dejan respirar.
Sin embargo, estoy acostumbrada a la niebla. Milano, la Llanura Padana donde nací, conocen su porte elegante y misterioso entre las calle de pueblos y ciudades, su aliento opresivo que se abre camino en los rincones de ladrillo cubriendo, casi anulando, los contornos, fundiendo tierra y cielo, descomponiendo los colores y transformándolos todos en uno solo.
Así, la vivacidad de los matices se hace monotonía teñida de plomo, lívido y obsesivo.
Parece casi que se te está echando encima la pesadez de la humedad y cuando ya estés harto de transportarla, sientes que te está entrando dentro, en los huesos, que crujen sudando calina.

Lo sé que te gusta la niebla, Marta, que te sientes a gusto paseando en el vapor de agua que parece dejar que te deslices, que te esconde al presente y al futuro, que te acoge como brazos suaves de una mujer que ya no tiene tiempo ni edad.
A mí, al contrario, lo sabes, me da exactamente la certeza de estar abandonada en mi misma, rasga mi racionalidad y deja que vuele a media altura, en un aire que sabe a humo.
El cielo parece ser nieve licuada, sucia, fundida y viscosa, condensada en un charco grande cuanto dios y, como él, lleno de fatalidad.
No, de verdad no me gusta nada la niebla aunque la conozca y en ella llame a los viejos amigos por sus nombres; no me gusta recordar con melancolía, como si estuviese patinando a las orillas de un lago de cristal y toda mi vida se reflejara en él; no me gusta su sabor amargo a leche caducada, esa acidez sumisa que te atrapa como en una telaraña. No me gusta.
Hoy, además, no parece tener gana de levantarse: se queda ahí quieta, acostada y perezosa, abarquillada en si misma, impalpable como un suspiro, hermética como una concha cerrada, arcana e inútil como un juego de Tarot que desvela un pasado que ya conoces.
Desde hace horas se han apagado las farolas que en la niebla trazaban sombras asustadas de gigantes hechos de aliento, pero la luz se queda débil, una bombilla de veinte Watt que alumbra un mundo demasiado grande.
Un mundo que parece seguir soñando, en este día peculiar, día que gana tiempo, bosteza y vuelve a la cama, que no pide paso a la noche.
Parece que se está entre almohadas, a mi que no me gusta dormitar, y que se mire todo desde un rincón de duermevela, como en un estado vegetativo.
Como si de repente se hubiesen abierto las cuevas del letargo, de un momento para otro, sin avisar. Y todo está soñoliento, con las manos en las manos, estancado en el silencio.
También los árboles están callados, no se mueve ni una hoja…”Se está como en otoño en los árboles las hojas…”,Ungaretti, poeta italiano del hermetismo y su poema, “ Soldados” que así empieza y en el mismo instante se acaba, roza el infinito con pocas palabras. La hoja-soldado o el soldado-hoja, hoy no tendría que temer su caída, su muerte: la inmovilidad del aire casi me da miedo, nada se mueve, solo la niebla anhela sobre ellas y las seduce, mientras el amarillo del otoño parece, hoy, una manzana que se consume y se arruga en la bandeja de la fruta.

Me regalo ruido con el remolino de agua en la lavadora. Entre tanto, la masa de las croquetas se está enfriando en la nevera.
Mañana es otro día.
Saluti e baci…   

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