lunes, 8 de noviembre de 2010

No solo palabras...

Cae el día sobre el mundo, la  hiedra en la terraza mueve ligeramente sus hojas como si fuesen dedos que dibujan en el aire, un  no sé que de artístico que no deja huella.

Empujada por un deseo familiar, hoy querría estar más cerca, fisicamente más cerca de mi hermana y me gustaría poder decir muchas cosas vis-à-vis, no a través de un cable, un hilo de voz que va desde un cabo al otro del mundo.
Decirle que las cuentas, cada uno las paga en su propia caja que es la del supermercado de la propia existencia.
Que te vende cosas la vida, objetos personas relaciones encuentros maletas y souvenirs; te  vende billetes para un teatro cansado de sus mismas risas…y finalmente, cuando estás a punto de salir, te das cuenta que el actor eras tú, que la comedia se ha vuelto tragedia shakesperiana y las preguntas son dudas sin respuestas.
Que lo importante es darse cuenta desde el comienzo que somos es el actor protagonista, cada uno de su obra, de esos actores que, como Totó, actuaban improvisando: no sirven guiones, pero sí un hilo que te siga el juego, que se parezca a ti cuanto más sea posible, que no te sirva de cadena sino de hilo –lo que es en el fondo- para sacarte del laberinto.
Decirle que lo verdaderamente importante es buscarse, llevar de nuevo el discurso hacia si misma, no dejarse llevar por las mareas…porque el mar es hermano y madre y, sin embargo, de vez en cuando se vuelve hostil y las olas te cautivan y te lanzan hacia un “donde” que no eliges
Entonces estás tú, sola, naufragando dentro de los elementos, en el viento y en la locura de una tempestad que te deja sin fuerzas, que te roba el aliento y la indecencia dejándote desnuda en la arena, si tienes suerte, si lo consigues.
De lo contrario, te lleva, lejos de ti misma y de lo que eres…y no vuelves jamás.
Se tiene que aprender a quererse. Ese cariño que a menudo se tiene al mundo, al contrario se vuelve casi indiferencia hacia si mismos.
A veces, yo quiero más al desconocido, a quien rozo un instante y luego se aleja o me alejo, que al presente visceral de quien tiene solo ganas de jugar.
Me parece que un instante para si misma, dedicado a ti solamente, merece más la pena de una vida entera de carreras y trenos perdidos.
En fin, acurrucarse sobre el propio dolor  sirve para volver a nacer. Recomponer el ovillo de tus días, te permite ser capaz, luego, de trabajar el ovillo y hacer un jersey que te caliente durante los días de largo frío.
Porque en los días que pasan y se van hacia la noche, te encuentras sola delante del espejo de los deseos, te encuentras humilde y cansada y si no te gusta lo que ves, ¿quién bailará contigo la danza de las horas?

Yo llego desde lejos, tres años que fueron lo más largos y malos de los casi cincuenta que tengo. Llego desde un abismo que ha trabajado duramente para conseguir tragarme, llego desde una enfermedad nacida dentro de una banalidad y acabada en un drama.
Fueron tres años de inmovilidad, de silencio ruidoso del alma, el mismo que sin embargo me permitió reencontrar un dialogo conmigo misma.
Fueron años de obscuridad aunque afuera brillara el sol: dentro de mí la lluvia y la nieve tapaban y enfriaban cada cosa.
Indudablemente, de mi parte tengo esa tozudez ciclópica que a menudo se vuelve mi defecto más feroz.
En este caso, tozudez y conciencia de la misma y constancia, son ese hilo que me condujo fuera del laberinto.
Porque hay un minotauro en cualquier rincón de tu alma, un ser que con violencia te arrastra donde quiere, hasta en el abismo de la incoherencia que roza dulcemente la locura.
Yo nunca quise morirme, no he pensado nunca en ello durante esos largos años, años en los cuales un segundo o un minuto o una hora eran el equipaje pesado que me echaba encima y yo, mulo de carga –lo decía mi abuela sonriendo, eres como tu madre…un mulo que se carga encima piedras…- cargaba y andaba en la inmovilidad, mientras el entero gremio de doctores consultados decía. “Búscate hobbies, no sé, un algo…porque de las muleta no te vas a desprender, esto es lo que te queda, tu casa y tu dolor…”
Y yo andaba y cargaba, dolor y lágrimas, tantas lágrimas y otra vez dolor.

Y un buen día de marzo, la primavera explotaba de verdad dentro y fuera de mí, el dolor despacio se había hecho débil, solo una aguja, fastidioso sí, pero aguantable…y la inmovilidad un recuerdo que  es difícil de olvidar
Esto para decir que trabajar sobre si mismos es ese resplandor que hace posible cualquier cosa.
Y pensaba en mi hermana y le decía. “Tienes que dedicarle tiempo, tiempo a ti misma antes que el dragón mate con su sonrisa de fuego a la princesa: quien tiene que matar al dragón eres tú porque el dragón vive en ti, es parte de ese mundo que has dejado allí, olvidado, lleno de polvo…date una posibilidad para aprender a reencontrar lo que eres Katis, para volver a encontrar tus rizos incandescentes hechos de hilos de cobre, trénzalos y recompone la mata vital que te llenará de nueva savia. Si buscas en la profundidad del mar, luego desde el desconcierto nace la certeza de existir y la reacción puede ser instantánea”
Y seguía, como si pudiese escuchar mis palabras. “Yo te quiero mucho…te lo digo y te lo repito cada vez, sin cansarme nunca…”
Y es verdad, se lo digo y no solamente aquí donde pelo las ideas y encuentro las palabras como pequeños frutos amargos que me recogen a mí: no soy yo la que vaga por el vergel, son ellas que me llaman y yo, cada vez, contesto…
Saluti e baci…

No hay comentarios:

Publicar un comentario